LA
AGUJA FLOTANTE
¿Se
puede hacer que una aguja de acero flote en el agua lo mismo que una pajitas?
Al parecer es imposible: un trozo macizo de hierro, aunque sea pequeño, debe
hendirse inevitablemente en el agua.
Así
piensan muchos, y si usted se encuentra entre estos «muchos», el siguiente
experimento le obligará a cambiar de opinión.
Coja
usted una aguja de coser ordinaria, que no sea demasiado gruesa, úntela de
aceite o de grasa y deposítela con precaución en 1a superficie del agua de una
taza, de un cubo o de un vaso. Verá con admiración que la aguja no se va al
fondo. Se mantendrá en la superficie.
¿Por
qué no se hunde, siendo más pesada que el agua? Indudablemente la aguja es
siete u ocho veces más pesada que el agua y si se encontrara sumergida, no
podría de ninguna manera emerger de por sí como emerge una cerilla. Pero
nuestra aguja no se va al fondo. Para hallar la causa de que esto ocurra,
fíjese atentamente en la superficie del agua junto a la aguja en flotación.
Verá que junto a ella forma el agua un hueco, un pequeño valle, en cuyo fondo
se encuentra la aguja.
La
superficie del agua se comba junto a nuestra aguja porque ésta está recubierta
de una tenue capa de grasa que el agua no moja. Usted quizá haya notado que,
cuando tiene las manos grasientas, el agua que se echa en ellas deja la piel
seca, es decir, no la moja. Las alas de los gansos, y de todas las aves que
nadan (palmípedas), están siempre recubiertas de la grasa que segrega una
glándula especial; por esto el agua no se adhiere a ellas. Por esta razón, sin
jabón, que disuelve la capa de grasa y la elimina de la piel, es imposible
lavarse las manos grasientas incluso en agua caliente. A la aguja engrasada
tampoco la moja el agua y por eso la vemos en el fondo de la cañada líquida,
mantenida por una película de agua que tiende a enderezarse. Esta tendencia del
agua a enderezar la superficie sometida a la presión de la aguja, empuja a esta
última hacia arriba y no deja que se hunda.
Como
nuestras manos tienen siempre algo de grasa, aunque no la engrasemos adrede, la
aguja que tengamos en ellas estará ya recubierta de una fina capa grasienta.
Por esto se puede que flote una aguja que no haya sido engrasada
intencionadamente: lo único que hace falta es adiestrarse a depositarla con
mucho cuidado sobre el agua. Esto puede hacerse mucho del siguiente modo: sobre
la superficie del, agua se pone un trozo de papel de fumar y sobre él se
deposita la aguja, después, con otra aguja, se van doblando hacia abajo los
bordes del papel hasta que éste se sumerge totalmente en el agua. El trozo de
papel de fumar se va entonces al fondo y la aguja se queda en la superficie.
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